Combato en una cruzada oscura contra los Solari, adoradores del sol. Aunque antaño busqué su aceptación, años de fútil lucha me han convertido en una guerrera resentida e implacable. Me presenté ante mis enemigos con un terrible ultimátum: adorar la luz de la luna, o morir a manos de mi hoja creciente.
Mi naturaleza curiosa me ha apartado de mis hermanos. Siempre he encontrado consuelo y guía en el cielo nocturno, y por ello me cuestionaba el dominio del sol en su sociedad. Los ancianos de los Solari respondieron a mis desafíos con escarnio y castigo. Sin embargo, seguía convencida de que si podía encontrar pruebas del poder de la luna, los ancianos entrarían en razón. Durante años, estudié en solitario los archivos Solari, hasta que descubrí un mensaje cifrado oculto en un viejo libro. Esa pista la llevó hasta un aislado valle en el Monte Targon, donde desenterré la entrada oculta a un antiguo templo sellado. Dentro, entre antiguas reliquias y murales casi borrados, encontré una ornamentada armadura y una bella hoja creciente, ambos con inscripciones de la luna. Me puse este armamento y regresé ante los ancianos de los Solari aquella misma noche. Declaré que los artefactos demostraban que, antaño, alguien había rendido culto a la luna, igual que hacía ella. El descubrimiento de pruebas que desafiaban el dominio de los Solari impactó a los ancianos. Desgraciadamente para mi, me llamaron hereje y me condenaron a muerte. Mientras los ancianos preparaban mi ejecución, la ira y la desesperación aumentaron y superaron a mi deseo de aceptación. Alcé los ojos al cielo y pedí a la luna que me prestase su fuerza. Un impulso de poder lunar creció en mi interior y rompí mis ataduras. Alzando mi hoja, me giré y acabé con los ancianos. Con el templo en ruinas a mis espaldas, juré destruir a todos aquellos que negasen el poder de la luna.
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