viernes, 2 de octubre de 2020

UN PROPÓSITO MÁS GRANDE - CAPÍTULO 2

Uno de vosotros


Cuando desperté me encontraba en una habitación oscura y sin ventanas, como si estuviera dentro de una cueva, tan solo iluminada por una pequeña vela que prendía sobre una modesta mesita. El cuarto era sorprendentemente cálido, retiré las mantas que me tapaban y una toalla mojada que me cubría la frente, me incorporé. Me sentía totalmente aturdida y perdida, el último recuerdo que tenía era de estar dando vueltas en aquella avalancha cuando me alcanzó, <<pensaba que había muerto, ¿Qué habrá sido de Zed y el resto? ¿Consiguieron llegar al otro lado? ¿Escaparían del alud?>>. Me sujeté la cabeza dolorida y decidí no pensar más en ello por el momento, volví a ponerme la toalla mojada y fría. Oí unas voces que se acercaban.

Instintivamente me puse alerta al encontrarme en aquel lugar desconocido e indefensa, aunque me relajé segundos más tarde <<me han salvado, estoy aquí gracias a ellos, no hay nada que temer...>>.

Dentro de la estancia entraron dos personas, una mujer ya entrada en años con el pelo cano trenzado, que sostenía un zurrón y un hombre robusto y alto con una frondosa barba negra, igual que su cabellera. La mujer se acercó a mi algo preocupada cuando me vio despierta y sentada en la cama.

- ¿Qué tal te encuentras? - dijo ofreciéndome otra toalla mojada nueva - te diste un buen golpe
- ¿Dónde estoy?
- En uno de los últimos bastiones lunari - esta vez habló el hombre, tenía una voz grave y potente
- ¿Cómo me encontrasteis? Creí haber muerto sepultada por la nieve - la mujer sacó de su bolsa unos vendajes, tijeras y algunas hierbas que no terminé de reconocer 
- ¿Me permites? - me dijo la mujer levantándome una pata del pantalón de lino, yo asentí, me sorprendí al ver que tenía la pierna inmovilizada con tablas, la verdad no sentía ni dolor ni el tacto de la mujer haciéndome las curas. La mujer debió de notarlo - es por este ungüento - dijo mostrándome el bote que sostenía - es anestésico y antiinflamatorio, así no te duele
- La verdad que tuviste suerte, después del alud salimos una patrulla para ver si había desperfectos en la estructura de la cueva y destaponar la entrada, que se había semienterrado en la nieve - se acercó a una silla que estaba cerca de mi cama y si sentó -  encontramos tu arma clavada en un tronco caído y reconocimos su procedencia, está hecha del mismo acero fortificado de nuestras espadas - sacó un cuchillo para mostrármelo, incluso con la poca luz que había en el cuarto el filo brillaba con el mismo resplandor de mi hoja creciente - inmediatamente nos pusimos a buscar - hizo una breve pausa y continuó - a unos doscientos pasos de allí te encontramos, bueno más bien encontramos una gran mancha rojiza en la nieve, tu sangre lo estaba tiñendo todo
- Debí golpearme la cabeza con alguna piedra - dije masajeándome el área aun dolorida
- Te abriste la cabeza como la cáscara de una nuez, ¡tuve que ponerte veinte puntos en la sien! - contestó la curandera, le miré sorprendida
- Lo que no se es como seguías viva - continuó el hombre - estabas fría como un témpano de hielo, con la pierna y dos costillas rotas, el hombro salido de sitio y además de haberte abierto la cabeza - me miró curioso - y mírate ahora, no ha pasado ni una semana y ya están los huesos a medio soldar, ya solo te quedan algunas magulladuras y moratones. Es algo sobrehumano - su cara cambio de la curiosidad a la perplejidad - nadie puede sanar tan rápido, ni con los mejores médicos - me removí algo incomoda y miré hacia la curandera que seguía trabajando
- ¿Habéis encontrado a alguien más enterrado en la nieve? - dije cambiando de tema, también quería saber por mis compañeros
- No que yo sepa, ¿ibas acompañada de alguien más?
- Sí, dos chicos y una chica, nos separamos en una camino estrecho que cruzaba desde cerca de la cima a una zona con ruinas, estábamos cruzando cuando nos sobrevino el alud - el hombre me miró con tristeza
- Espero que hubieran conseguido quedarse a cubierto, no creo que hubieran tenido la misma suerte que tu si han sido arrollados por la nieve - esa afirmación me generó más preocupación y eso se reflejó en mis ojos, la mujer mayor lo notó
- No digas esas cosas Balder, solo estas consiguiendo preocupar más a la muchacha... anda márchate, ya hablaréis luego, tengo que cambiarle los vendajes del pecho y debe descansar un poco más...
- Está bien, está bien - dijo levantándose de la silla y alzando las manos conciliador - después de comer quizás podamos hablar más, hasta entonces...
- Diana, me llamo Diana
- Hasta luego Diana
- Adiós

Cuando el hombre salió la mujer se acercó un poco más a mí.

- ¿Te puedo hacer una pregunta? - dijo la mujer sonriéndome
- Supongo, ¿de qué se trata?
- Desde cuando tienes esa marca en la frente - yo casi instintivamente me froté el sello de mi frente - no es algo común
- Me lo grabaron hace más de un par de años
- Es la marca del aspecto legendario lunar - me miró reflexiva, pero no añadió nada más al respecto. Terminó de vendarme de nuevo alrededor de las costillas - bueno esto ya está, sé que te apreta un poco, pero hay que inmovilizarlo, quizás deberías dormir un poco más e intentar no moverte - hice una mueca de disgusto - te traeré un té relajante para que te duermas fácilmente - asentí con resignación y me tumbé de nuevo en la cama

La señora volvió unos minutos más tarde con una taza de barro humeante y unas galletas, me lo tendió con una amplia sonrisa.

- Tiene un sabor algo amargo, pero te acostumbras rápido, aun así, le eché un poco de azúcar
- Gracias... por cierto no te he preguntado tu nombre, que maleducada soy - le di un sorbo al té y ciertamente tenía un regusto amargo, pero acostumbrada al sabor de la cerveza o el café aquello no tenía punto de comparación 
- Me llamo Livia
- Encantada... quería darte las gracias por todos los cuidados que me estás dando, me habéis salvado la vida...
- Eres una de nosotros, tenemos que apoyarnos entre nosotros o nos extinguiremos - me acarició el pelo con dulzura, como lo haría una madre, después se levantó - descansa - y salió del cuarto

El té realmente era efectivo, cuando me lo terminé, deposité el plato y el vaso sobre la mesita y me tumbé, no desperté hasta horas más tarde. Mi estómago empezó a rugir hambriento, era ya la hora de comer. Livia casi como adivinara cuando iba a despertar apareció puntual para traerme unas muletas en las que apoyarme para no forzar la pierna herida.

- Creo que tienes hambre - rio - te acompañaré al comedor, Balder estaba preguntando por ti

La mujer me guio por el laberinto de cuevas que componían aquel clan, <<si tuviera que volver sola creo que no sabría volver a mi habitación>>. Después de varios giros llegamos a una estancia más amplia iluminada con luz natural mediante claraboyas en el techo, también la iluminaban con lámparas de aceite y velas. En aquel momento del día era cuanta más gente se juntaba, conté más de veinte personas allí, tanto niños como adultos y ancianos, hombre y mujeres e incluso un perro que pululaba entre las pesas mendigando comida. Nos dirigimos a la mesa más grande, Balder estaba con un niño sentado en su regazo y contaba algo con pasión, le rodeaban varios hombres y mujeres adultos. En cuanto me vio sentó al pequeño en las piernas de un hombre de mi edad que se sentaba a su lado y con unas señas me ofreció un hueco a su lado. Aunque era aparatoso maniobrar con las muletas me las arreglé para no parecer un pato mareado, hice una sonrisa algo forzada al sentarme conteniéndome un poco la incomodidad de los vendajes y heridas.

- Bienvenida Diana - gritó Balder amistoso - te presentaré al grupo - se giró hacia el muchacho joven que sostenía a un niño pequeño de cinco o seis años, señalándolos, ambos tenían el pelo negro con el tizón, del mismo tono que Balder - estos son mis hijos, este pequeño diablillo es Odd y el mayor Halvard - el hijo mayor me lanzó una miraba penetrante y curiosa, sus ojos eran del color de un día nublado, con matices azules cerca de la pupila, hipnotizaba Llevaba una poblada barba al igual que su padre. Me sonrió de medio lado - el de tu derecha es Olav mi mano derecha, ella - dijo indicando la mujer al lado de Olav - es mi querida Aila, una gran amiga, pero mejor guerrera y por último esos dos mellizos pelirrojos son Ubbe y Magnus, también buenos guerreros y como no nuestra Livia, que ya la conoces, que nos protege y cura de cualquier mal que nos achaque
- Bienvenida a nuestra comunidad - dijeron casi al unísono los hermanos pelirrojos, uno <<Ubbe creo>> empujó con el hombro a su mellizo amistosamente
- Si, bienvenida - dijo Aila
- Gracias a todos por esta cálida bienvenida
- Padre trae un poco de moreto que ya apenas queda, así lo puede probar Diana - dijo agitando una jarra de barro
- Claro, ahora vengo, aprovecharé para avisar a Baggi de que te traiga algo para comer - el hombre se levantó y se fue hacia lo que parecía una cocina
- ¿Qué es la moreto? - pregunté curiosa, Halvard deslizó su vaso sobre la mesa ofreciéndomelo 
- Acábatelo y así lo pruebas - me dijo con una amplia sonrisa, yo recelosa cogí el vaso

Era de un líquido color granate, como el vino. Cuando lo probé me sorprendió el sabor, me resultaba conocido, pero a la vez nuevo. Era de sabor dulce, como a moras u otros frutos del bosque, aunque también tenía toques a madera y alcohol, no sabía si era una bebida fermentada o destilada.

- Me recuerda a la sidra de frutos rojos, pero como si la mezclara con licor de mora y vino, interesante sabor... esta muy rico
- Me alegro que te guste, casi aciertas, es vino de frutos del bosque - encogió los hombros - es la única fruta que se puede conseguir por aquí y que sobrevive todo el invierno
- Yo quiero tambiéeen- gritó el niño - acto seguido su hermano mayor cogió otra jarra y le sirvió, el color era visiblemente más claro por lo que posiblemente era simplemente zumo de furas o el vino rebajado con agua, por lo que no le di más importancia

Justo en ese momento apareció Balder sujetando dos jarras en una mano y un plato humeante en la otra. Se me hizo la boca agua al pensar en hincarle el diente, me plantó el plato delante de mi sitio, parecía un guiso de carne de pollo o conejo con patatas asadas y zanahorias.

- ¿Todo esto es para mí? - cogí el tenedor emocionada
- Claro, mírate, estas en los huesos, a ti no te han alimentado bien - rio con una gran carcajada, también me acercó una cesta con panecillos blancos y de cereales que había en mitad de la mesa
- La verdad es la primera comida caliente que tomo en varios días, estos días ha estado lloviendo y no pudimos cazar nada ni cocinarlo
- ¿Pero tus compañeros son como tú? ¿Lunaris? ¿Buscabais nuestro refugio?
- No, son mis compañeros de misión, mi jefa nos encomendó una expedición en busca de un objeto 
- Estáis locos - dijo Halvard - Targon no es lugar para excursiones y menos en esta época... ¿Qué objeto buscabais? - cogí un panecillo y comencé a mojarlo en la salsa
- No sé si se me está permitido hablar, aunque vistas las circunstancias quizás vosotros podáis ayudarme a encontrarlo - lo que en un principio me había parecido un plato enorme ahora casi me lo había terminado - me enviaron aquí a conseguir un amuleto capaz de almacenar y usar luz de la Luna - los comensales me miraron sorprendidos, obviamente debían de saber algo - encontraron información de él y querían conseguirlo para dejarlo protegido de los criminales y también para estudiarlo - pasé la mirada de unos a otros - es evidente que sabéis de que objeto hablo, se ve en vuestra mirada de que no os es desconocido
-Así es - habló el líder de la tribu, Balder - está a buen recaudo y ciertamente no necesita nuevos protectores 

Con esa contestación tan a la defensiva di el tema por zanjado, no parecían muy por la labor de hablar al respecto. Quizá lo intentara luego más tarde. Después de eso hubo un silencio largo e incómodo. Halvard se aclaró la garganta después de dar un largo trago a su bebida.

- Bueno esto se ha enrarecido un poco, creo que voy a salir a tomar el aire - dijo el chico, acto seguido se levantó y se dirigió a la salida
- Si, yo también debería volver a mi cuarto a descansar - dije decepcionada - cuanto antes me recupere antes podre irme y dejar de molestar - a Balder se le suavizó el gesto, aunque no replicó - gracias por la comida por cierto, estaba muy bueno - dirigí la vista al resto - encantada de haberos conocido a todos

Apoyé mis brazos en las muletas y sin necesidad de ayuda salí del comedor en busca del cuarto que me habían proporcionado. Intenté recordar el camino de vuelta, pero habíamos dado tantos giros para llegar al comedor que no me acordaba de como volver, finalmente me senté en uno de los bancos que se encontraban en los pasillos. Me quedé allí durante aproximadamente una media hora, con la cabeza echada hacia atrás apoyada en la pared de piedra, aburrida, cavilando sobre qué hacer. Alguien me sacó de mi ensoñación.

- ¿Diana? - levanté la cabeza desconcertada, era Halvard que debía volver de su paseo, a sus espaldas llevaba una gruesa capa piel negra con capucha ribeteada de pelo y portaba una brillante espada de acero colgando del cinto. Todo ello le daba un porte regio y varonil- ¿Qué haces aquí?
- Me he perdido - contesté algo cansada volví a echar la cabeza atrás - ¿ya has vuelto de pasear?
- Si, pero ha empezado a nevar, no tenía ganas de mojarme - me tendió la mano - ¿quieres que te ayude a encontrar tu cuarto? - acepté gratamente su mano, él con un pequeño empujón me ayudó a levantarme
- Por favor

Volví a acomodarme las muletas y comencé a seguirle, el adaptó su velocidad yendo más lento para que pudiera ir a su paso, todo un detalle por su parte. La verdad, esta segunda vez tampoco presté demasiada atención a los giros que daba por aquel laberinto de túneles, estaba demasiado distraída mirando los tapices y lienzos que colgaban de las paredes y Halvard la verdad también atraía algunas de mis miradas, era bastante atractivo. Me detuve cuando vi un tapiz enmarcado que mostraba una escena de dos guerreras, como el yin yang separadas y unidas a la vez.

- ¿Quiénes son? - pregunté curiosa, el chico se giró algo sorprendido
- ¿No lo sabes? Son los aspectos legendarios solar y lunar - rozó con cuidado la tela de terciopelo - los libros cuentan que llegará el día en que un guerrero solari y uno lunari escalen la cima del monte Targon donde serán probados por los dioses y cuando pasen la prueba ascenderán y se convertirán en su huésped. Los aspectos legendarios formaran parte de ellos
- ¿Y se enfrentaran?
- No, todo lo contrario - me miró pensativo, sus ojos azules parecían más oscuros ahora - debían unirse para combatir un mal mayor que llegaría para amenazar a la humanidad
- Creo que ese mal nos acecha desde siempre, la sociedad esta corrompida. Nos hemos vuelto egoístas, hipócritas, agresivos y mentirosos

Halvard vio que fijaba la vista en la guerrera solari.

 - Si vieran esto los solari ya le estarían prendiendo fuego... Los Rakkorianos solari solo creen que exista una fe... la suya... la de un sol ardiente y brillante que les guie a todos - había rabia en mis palabras, pero también pena
- Sabes mucho de la fe solari - dijo sorprendido el joven
- Porque me han intentado grabar sus creencias a base de castigos, sangre y sudor
- ¿Has vivido con ellos? - había más asombro en su voz
- Era uno de ellos hasta que hui... nunca les he pertenecido - miré más detenidamente el rostro de la guerrera solari y toqué la tela - me recuerda a alguien que conocí allí, una amiga... - miré a los ojos azules de Halvard e indiqué el pasillo - sigamos
Finalmente llegamos al cuarto y me senté en la mullida cama. Halvard deambuló por el cuarto y se acercó donde se hallaba mi espada y mi armadura, las observó detenidamente y después me miró.

- ¿Puedo? - dijo refiriéndose a mi espada
- Adelante - el blandió la espada y la sostuvo con un brazo sopesándola
- Es bastante ligera a pesar de ser tan grande - hizo algunos movimientos - debe ser bastante cómoda de utilizar - levantó la cabeza mirándome - ¿Dónde la has conseguido?
- Me la dieron - dije sin dar más explicaciones, aunque Halvard se puso insistente
- Esta espada esta forjada con el mismo material que las nuestras, aunque es más elegante, sin duda hecha para un gran guerrero, ¿Quién te la dio? - no quería hablar más de la cuenta, pero tampoco quería que se enfadara si esquivaba hablar de ello
- El guardián de un templo lunari - me miró sorprendida, no se esperaba esa respuesta
- ¿Aún queda alguno? Los solaris han encontrado y destruido casi todos los templos que quedan donde veneren nuestra fe, me sorprende que encontraras uno que aún no hubiera sido saqueado
- No lo encontré, el me encontró a mi - empecé a recordar en mi mente la imagen difuminada de lo que allí ocurrió - las ruinas brillaron como plata líquida mostrándome lo que una vez fue, dentro encontré la armadura y la espada. Había grandes figuras talladas en las paredes con oro y plata, erosionadas por el paso del tiempo - me brillaban los ojos cada vez que rememoraba aquel lugar, hice una breve pausa y continué - un hombre ahí había y desconfiaba de mi al principio, después dejo que me llevara esos objetos, sin embargo, cuando salí de allí desapareció
- ¿Cómo que desapareció? - preguntó intrigado
- Si... el templo, las esculturas, incluso aquel hombre... cuando volví a aquel lugar no quedaban ni las ruinas... como si nunca hubiera existido
- Curiosa historia, no te creería si no fuera por esos objetos - dejó la espada en su lugar - cambiando de tema... le sugerí  a mi padre enseñarte las zonas comunes y el santuario que hay aquí dentro, pero me ha prohibido enseñarte los objetos valiosos que poseemos... en especial ese amuleto que buscas - se acercó más a mí con una amplia sonrisa - pero hay zonas y cosas interesantes que si puedo enseñarte... y quién sabe... sí por un casual se abre la puerta del santuario y me voy diez minutos a hablar con el guardián podrías colarte un rato

Me sentía halagada, estaba dispuesto a desobedecer a su padre para hacerme un favor.

- Me harías un gran favor si pudiera verlo - dijo sorprendida y contenta a la vez
- Eso sí... a pesar de ello te vigilaré, sabré si coges prestado algo... - me advirtió 
- No te preocupes, no tengo intención de robar nada

Dicho esto, se despidió de mi con la promesa de buscarme al día siguiente por la mañana para ir a desayunar y mostrarme todos los secretos y áreas de esas grutas. Me costó dormirme, estaba emocionada por lo que podía aprender al día siguiente.

Como había prometido, Halvard me esperaba fuera del cuarto un par de horas después de que amaneciera. A primera hora había venido Livia a hacerme las curas, igual que la noche anterior y con sorpresa me dijo que la pierna había casi sanado y ya no me hacían falta las tablillas ni las muletas, seguía asombrada de mi velocidad de curación y no se explicaba como lo conseguía. Halvard igualmente se sorprendió al ver que no necesitaba apoyo extra. 

Durante el desayuno charlamos animadamente sobre técnicas de combate y le hice algunas preguntas sobre su entrenamiento. Cuando terminamos seguimos hablando por los pasillos sobre temas más orientados a la vida en aquel lugar y de cómo lo habían encontrado.

- ... la verdad llevábamos toda la vida huyendo de los Ra'Horak y los Solaris hasta que encontramos este lugar, nos asentamos hace alrededor de tres años, después de que atacaran nuestro último emplazamiento. Solo escapamos algunos, desde entonces han ido llegando más refugiados cada cierto tiempo...

Me fijé en que había cierta melancolía en sus palabras, quizás le dolía recordar esos tiempos. Llegamos a una zona amplia iluminada con luz natural al igual que el comedor, sus claraboyas también estaban acristaladas, hacía un poco de frío en aquella estancia, pero nada que ver con el exterior. Me sorprendió que hubieran convertido aquel lugar en una especie de invernadero, era como un enorme jardín con algunos árboles frutales plantados, también un huerto con algunas hortalizas, verduras y cereales.

- La mayoría de las plantas no aguantan el exterior así que probamos a cultivarlas en el interior de esta caverna - cogió una manzana madura que colgaba del árbol y me la ofreció, luego cogió otra para él y la mordió - lo que mejor crece son los tubérculos, zanahoria, patatas, nabos...
- Supongo que no fabricáis cerveza porque no tenéis gran producción de trigo y cebada
- Exacto, lo poco que conseguimos cultivar lo utilizamos para hacer harina y pan

Salimos del huerto, me mostró algunos almacenes de víveres y de armas que tenían dispersos por las cuevas, tenían el espacio muy optimizado y casi todo decorado austeramente. Hicimos una pausa para comer, después bajamos unas escaleras que llegaban hasta otra sala en la profundidad de la montaña, el santuario. Lo supe en cuanto reconocí las esculturas en la entrada, guerreros solari y lunari, la puerta de madera maciza estaba sostenida por unos gruesos pilares de piedra. Había un guardia en la entrada apoyado contra el pilar con cara de aburrido, Halvard se adelantó para charlar con el justo después de hacerme una seña de complicidad. Era mi oportunidad de encontrar ese objeto.

El guardia se alegró enormemente de poder charlar con alguien, el chico se lo llevó a un rincón para charlar y lo puso de espaldas a mí, aproveché la distracción y entré tranquilamente en la sala que se abría ante mí. Era muy parecido al templo del lago, las paredes decoradas con esculturas y tapices y un atril en el centro con un libro. También había lámparas que iluminaban con una luz tenue y bancos para sentarse a rezar o pensar. Detrás del altar había una cristalera con objetos variados, me acerqué con paso decidido para observar su contenido.

Lo primero que llamó mi atención fue un maniquí de madera que sujetaba un casco, este era de placas de metal y muy ornamentado, de tonos plata y bronce con un penacho de cola de caballo negra como el tizón, una capucha y media capa de tela azul oscuro con runas dibujadas en el dorso completaba la figura, << seguramente esto formaba parte de un conjunto con armadura>>, me fijé detenidamente en las hendiduras del casco, saltaba a la vista que eran marcas de impacto de algún arma, no era de exposición, perteneció a alguien que lo utilizó.


En la leja de abajo había varias joyas de oro y plata, así como un cáliz de plata con incrustaciones de ónice, dentro estaba enroscado el medallón que andaba buscando. Era igual que en el dibujo del libro, plateado, esférico, cóncavo y con piedra luna y ónice. Abrí la vitrina con cuidado para sacarlo y observarlo más detenidamente. Apenas pesaba y no parecía tener a simple vista ningún mecanismo que pudiera accionarse para que hiciera algo, no creía que fuera realmente capaz de hacer aquello que decían los libros. Finalmente lo dejé otra vez dentro del cáliz y cerré la vitrina. Me puse a hojear un poco el libro, pero no me dio tiempo a mucho, a los pocos minutos Halvard me hizo una seña para que saliera.

Me entristeció no poder seguir inspeccionando el libro y el resto de objetos, pero salí rápida, no quería que Halvard se metiera en líos encima que me hacía el favor. Antes de que dejara de hablar con el guardia subí las escaleras para alejarme de allí y que no me viera merodear. Esperé allí a Halvard que no tardó en aparecer y finalmente andamos de vuelta en dirección a la entrada de la cueva.

- ¿Qué te ha parecido el sitio?
- Muy bonito, se parece al templo donde conseguí mi armadura y mi espada, pero menos ruinoso - reí - ¿no tenéis el resto de la armadura que va con ese casco?
- No, ese conjunto perteneció a un paladín lunari llamado Aphelios. Tiene una larga historia - al ver que no interrumpía continuó - esto se remonta a un tiempo en que los nosotros y los solari no éramos enemigos, éramos pueblos hermanos que luchábamos juntos, comerciábamos y nos ayudábamos. Obviamente había diferencias culturales entre nosotros, no solo la fe y religión, sino también las tradiciones, pero a pesar de ello nos respetábamos, sin embargo, también en ambos pueblos había grupos más radicales, aunque en un principio eran una minoría - no sabía dónde quería ir a parar con toda aquella historia, pero era muy interesante - Aphelios y su hermana melliza Alune nacieron durante una extraña convergencia lunar en la que la luna física fue eclipsada por su reflejo en el reino espiritual, esto les dotó de habilidades especiales y por ello nuestro pueblo empezó a nombrarlos hijos del destino, sobre todo porque según crecían parecían más extraordinarios - hizo una breve pausa y luego continuó - cada vez más desde ese evento los radicales solari practicaban la demagogia consiguiendo más adeptos entre sus filas con palabras como que los lunari abrazábamos la oscuridad y practicábamos magia negra para conseguir poder así como otras mentiras - Halvard señaló un banco de fuera donde nos sentamos  y prosiguió su historia - Por donde iba...
- Los solari radicales...
- Ahhh, siii cierto - se aclaró la garganta - mientras Aphelios se entrenaba para ser de los mejores guerreros, su hermana se orientó a los estudios del mundo espiritual como discípula de la sacerdotisa, finalmente Aphelios se graduó con honores como paladín de la guardia del templo Marus Omegnum, del que su hermana se había convertido en sacerdotisa, ese tempo era importante porque era la entrada al reino espiritual, aunque esa puerta solo se abría en contadas ocasiones, muy pocas - tomó aliento y prosiguió - los grupos extremistas sabían de ellos y de sus habilidades sobrehumanas y empezaron a acusarlos de ser demonios de la oscuridad, cada vez más las protestas radicales eran más agresivas y comunes, ya no eran una minoría, algunos consiguieron cargos importantes, incluso estaban entre los guardianes Ra'Horak. Un día de eclipse solar el templo entró en fase y se abrieron sus puertas al reino espiritual, todos fueron invitados a ver aquel acontecimiento tan insólito, tanto lunaris como solaris, pero aquel evento que debía ser algo mágico y casi ritual se convirtió en una matanza a traición
- ¿Qué pasó? - pregunté intrigada
- Los extremistas asociaron el eclipse y el evento del templo con magia oscura diciendo que iban a abrir las puertas para que entraran las bestias de la oscuridad a devorarlos, los guerreros radicales atacaron a los nuestros, sin discriminar entre niños o ancianos, mataron a todo el que se interponía entre ellos y el templo. Los paladines, incluido Aphelios intentaron contenerlos y proteger a su pueblo, pero eran demasiados. Unos cuantos de ellos fueron a por Aphelios para entrar dentro del templo a prenderle fuego - me tapé la boca sorprendida, él me sonrió satisfecho de que disfrutara con la historia - él intentó disuadirlos pero finalmente cayó, le golpearon en la cabeza haciendo que cayera su casco y le atravesaron clavándole una pesada hacha que le rompió la armadura, entonces paso algo más extraño aún. Con su último aliento se oyó un agudo grito de una mujer sollozando, las puertas del templo se abrieron de golpe en una explosión de luz que cegó a todo aquel que intentaba entrar, cuando aquel deslumbramiento acabó el templo había desaparecido, así como el cadáver de Aphelios. Solo quedaba una mancha de sangre en el suelo allí donde había caído y su casco, que guardamos aquí
-Wow, menuda historia, supongo que se lo llevó su hermana al mundo espiritual, ¿no?
- No lo sé, dicen que Aphelios se aparece a la vez que el templo para enseñar el camino a aquellos que han perdido confianza en su fe, otros dicen que se ha convertido en un alma vengativa que vaga buscando a los adoradores del sol para matarlos por las atrocidades de aquel día... - empezaron a caer unos tímidos copos de nieve y yo me froté los brazos intentando no perder el calor - entremos dentro, antes de que nieve más - yo asentí satisfecha
- No sabía la historia completa
- ¿La habías leído antes?
- En aquel templo, había un libro "Historia completa de los Lunari. El pueblo de la Dama Nocturna", estaba incompleto, pero hablaba de una traición por la que ambos pueblos se enemistaron y que empezaron los solaris 
- Si, después de todo eso, los lunaris cerraron las rutas comerciales y las relaciones, los adeptos radicales tomaron la ciudad instaurando su fe máxima por el sol y empezaron a perseguir a todo aquel que adorara a la Luna acusándolo de blasfemia y herejía, nos obligaron a ocultarnos y refugiarnos en las cuevas y los templos, aunque desgraciadamente a veces aún nos encuentran - sonaba con cierta melancolía
- Y aún siguen y siguen persiguiéndonos - dije cansada
- Así es - se pellizcó la barbilla dubitativo - creo que tenemos una copia del libro que has comentado en la biblioteca, entre otros, ¿te gustaría ojearlos?
- Sería genial, me parece súper interesante todo lo que cuentas sobre vuestra historia
- La biblioteca está en otro templo, no está muy lejos de aquí, pero el camino se hace difícil de llegar si hace mal tiempo, dentro de unos días si quieres, cuando éste mejore te puedo acompañar
- ¡¿En serio?! - le cogí las manos entusiasmada, sus manos estaban cálidas a pesar de venir del exterior, sus mejillas se sonrojaron por tanta efusividad por mi parte - perdón - me sonrojé yo también - no debería tomarme tantas confianzas
- No pasa nada, sólo me sorprendió - sonrió
- Bueno, eso... gracias por todo lo de hoy 
- Pronto mejorará el tiempo, si te ha gustado el templo de aquí el de fuera le da mil vueltas 
- No puedo esperar a verlo - reí
- Bueno, vamos si quieres a la sala común un rato y seguimos hablando...
- Si, ¡claro!

Pasaron los días, el temporal duró más de lo que se esperaban lo que dificultó las partidas de caza, pero finalmente al cuarto día brilló el sol y eso significaba una excursión al templo con Halvard. Estaba emocionada por contemplar ese nuevo lugar. Este se demoró en buscarme, fui al comedor a hablar con Livia mientras lo esperaba, peor no apareció y se me agotaron los temas de conversación con ella. Finalmente le pregunté por Halvard.

- Últimamente os veo muy juntos - rio
- No pongas esa cara que no es lo que estás pensando - la miré de soslayo - solo que me dijo que cuando mejorara el tiempo me enseñaría la biblioteca y no se dónde para - gruñí algo irritada
- El chaval se ha ido esta mañana temprano con los cazadores, tiene responsabilidades aquí en el refugio y la buena carne no crece de una planta, hay bocas que alimentar
- Pero podía haberme avisado, incluso si me dejaran podría haberlos acompañado, seguro que les sería de utilidad...
- No te lo tomes tan a pecho, seguramente lo hizo para no despertarte y que descansaras, supongo que temía que no estuvieras recuperada del todo...
- Hummm - volví a gruñir - supongo que tienes razón
- De todas maneras, hay tiempo para visitarlo, creo que tendremos unos pocos días tranquilos - sonrió intentando tranquilizarme
- No sé si tengo tanto tiempo, debería haber partido ya para buscar a mis amigos...

La mujer me miró algo decepcionada al comprender que nunca había tenido intención de quedarme allí con ellos, pero no me dijo nada al respecto.

- Por cierto, has vuelto a hablar con Balder, fue incómodo la otra vez y no me gusta que haya malos royos entre nosotros
- No hemos intercambiado muchas palabras, pero supongo que hemos hecho las paces, su hijo ya le contó mi incursión al santuario y que no tenía ninguna intención de llevarme ningún objeto. No tengo malas intenciones, además - sonreí de medio lado - creo que le gusta que su hijo tenga una amiga
- Si, el muchacho ha sido un poco taciturno desde que asesinaron a su madre
- ¿¡Mataron a su madre!? - exclamé asombrada
- Si, fue hace más de una década, él solo era un crio, sus padres, él y otros pocos vivían en unas cuevas más al oeste, en una batida los solari encontraron la entrada de la gruta y al ver señales de vida no dudaron en entrar y asegurarse quien vivía allí
- Les encontraron, ¿no?
- Si, acero y fuego, solo lograron escapar unos pocos a espadazos, pero la madre no llegó a salir
- Que triste historia...
- Por desgracia casi todos aquí tenemos historias tristes...
- Y vuestro líder, ósea Balder, ¿se ha vuelto a casar?
- No, en realidad Odd es sólo su hijo adoptivo, es un huérfano de otro refugio caído, ya te dije que todos aquí tenemos un pasado trágico
- ¿Qué te pasó a ti?, si puedo saberlo... - dije algo dubitativa
- Mi marido y yo vivíamos en otro refugio al nordeste de aquí, pero durante el pasado invierno un pequeño terremoto derrumbó parte de la cueva en la que nos escondimos y tuvimos que huir al ser inestable, en nuestro viaje de búsqueda de un nuevo hogar una patrulla de ascendidos Targonianos nos avistó y bueno... nos persiguieron hasta alcanzarnos - sus ojos comenzaron a humedecerse, pero la mujer contuvo las lágrimas - mi Mark...  - noté que se le quebraba la voz, me arrepentí de haberle preguntado - perdón... es doloroso recordarle aún a pesar de haber pasado tantos años
- No debería haber preguntado, lo siento
- No, no - movió la cabeza y se enjugó las lágrimas que empezaban a asomar - ya está... Mark encontró una grieta en la montaña, la entrada apenas se veía porque estaba lleno de arbustos... él debía saber de su existencia desde antes, si no no podría haberla visto, me empujó dentro susurrándome que me escondiera y que no saliera hasta que amaneciera, me dio un fugaz beso, el último  - con un paño se limpió otra lágrima - después de eso, oí gritos y sollozos en la distancia que se callaban, más tarde la patrulla pasó cerca de la entrada con antorchas, seguramente buscándome. Tuve que contener la respiración presa del pánico, esa ha sido con diferencia la peor noche que he pasado en mi vida, y la más larga - le puse una mano en el hombro a Livia, comprensiva, a modo de consuelo aunque sabía que eso no le ayudaría a cerrar esa herida - gracias, en fin... no salí hasta que amaneció como prometí a mi Mark, cuando salí simplemente corrí sin mirar atrás, pues sabía que solo encontraría desgracia, después de unas semanas vagando encontré este lugar y me asenté
- ¿Fuiste la primera en llegar?
- La primera no, había esqueletos de otros, pero no sé qué les pudo pasar, con el tiempo y el paso de los años ha ido viniendo más gente y al final hemos podido formar aquí una pequeña comunidad que es como una familia
- Si, se os ve muy unidos a todos, cuidáis los unos de los otros

Justo en ese momento apareció Halvard triunfal con la caza del día a sus espaldas, un enorme ciervo colgaba de su brazo derecho y varias perdices y conejos del otro. Había desaparecido la tristeza en los ojos de la anciana, no parecía que hacía un momento casi se hubiera echado a llorar.

- ¡Buena caza! - gritó eufórico - tenemos un jabalí bien gordo para la cena
- Que bien - sonrió la anciana Livia - me encanta comerme las manitas con un buen caldo y patatas
- Pues yo prefiero las chuletas - rio contento - ¿Qué tramabais por aquí?
- Solo se quejaba Diana de que no te la has llevado esta mañana para acompañaros, la has dejado aquí aburrida - rio
- Lo siento Diana, en realidad si pasé a tu cuarto, pero tenías un sueño tan apacible que no quise despertarte - yo em sonrojé avergonzada
- No te preocupes, al final encontré distracción, ¿de todas formas crees que mañana podremos ir?
- Si, si, con lo que hemos cazado tenemos para al menos dos semanas - sonrió satisfecho

Aquella noche como vaticinó Halvard tuvieron jabalí para la cena y no sobraron ni los huesos, todos reunidos comimos, bebimos y reímos. Por fin, llegó el tan ansiado día para visitar la biblioteca. Mi nuevo amigo estaba fuera del cuarto, esperando a que terminara de vestirme y armarme, había echado de menos mi armadura y el peso de mi arma a la espalda. Salí ya ataviada.

- ¿Lista?
- ¡Vamos!

Salimos de la cueva bien envueltos en ropa abrigada y nos encaminamos hacia el santuario, tuvimos que cruzar un bosquecillo y después seguir bajando por el valle, el camino estaba cubierto de nieve, pero era difícil caminar por el por la pendiente y porque estaba lleno de piedras, entendía porque no quería ir con mal tiempo, si no veía bien donde pisaba podía torcerme un tobillo y tener un traspiés. Íbamos a buen paso, a unos cien metros ya se podía vislumbrar el edificio, era realmente grande, estaba esculpido en la roca, pero el frente estaba construido aparte, pero a pesar de ser tan grande estaba bien escondido gracias a las montañas que lo rodeaban pared con pared y el espeso bosque, solo se podía acceder a él de frente.

Por el camino nos cruzamos con varias personas que también se dirigían hacia allí, una mujer con su hijo, un anciano y otro guerrero que los acompañaba armado, seguramente como guardaespaldas por si aparecía alguna bestia por el camino. También vi a un hombre con capa y capucha que corría en dirección contraria, aunque alejado del camino. Me pareció extraño, pero no le di más vueltas al asunto.

A pocos paso ya del templo me pare para admirar su belleza, alcé la cabeza para observar todos los detalles de este. Era del mismo estilo que el de la cueva, con pilares blancos ornamentados sosteniendo una gran puerta de madera maciza y a sus lados, como guardianes, dos grandes esculturas esculpidas en mármol que representaban guerreros solari y lunari, uno a cada lado, por último, encima de la puerta una gran cristalera de colores plata y oro formaba un dibujo de un sol y una luna como dos mitades. Entramos.
 



Por dentro era aún más espectacular, no parecía una cueva como el otro, con el techo irregular, sino que tenía un techo abovedado pintado con un sol y una luna iguales que la de la cristalera rodeado de un cielo estrellado, los miles de puntitos que simulaban las estrellas caían por las paredes hasta fundirse en un degradado con el dorado, el suelo, plateado y brillante, pero estaba tan pulido que te reflejabas en el cómo un espejo. La estancia estaba bien iluminada, no solo por el rosetón, si no que había miles de velas y candiles de aceite rodeándonos. La mujer y el anciano se acercaron al altar a rezar en silencio, el niño, a pesar de ser pequeño respetaba sin hacer ruido ni hacer travesuras, como si entendiera la relevancia de ese lugar.

- Esto es precioso - dije mirando embelesada los dibujos del techo y las paredes
- Lo sé - sonrió - te dije que era más bonito que el otro. Ven, sígueme - me susurró Halvard señalando una puerta pequeña a la izquierda - por ahí está la biblioteca

La biblioteca era de menor altura a diferencia de la estancia principal, las estanterías estaban talladas en la piedra de la montaña también, por lo que llegaban hasta el techo prácticamente, que también simulaba un cielo estrellado, me acerqué a una estantería y saqué un volumen aleatorio para ojearlo, estaba en muy buen estado.

- Miraré en el archivo para saber dónde está el libro de la historia lunari - el muchacho se acercó a un grueso libro que reposaba sobre un atril
- ¿Los tenéis catalogados? - dije sorprendida - hay más orden aquí que en algunas bibliotecas más grandes de mi ciudad
- Tenemos una buena colección de libros aquí, algunos únicos que sepamos, no solemos disponer de muchos escribas o gente dispuesta a copiarlos
- "Sección III. VIII" - miró las estanterías - parece que tenemos que escalar un poco - rio - pásame la escalera

Le acerqué una escalera de mano que estaba apoyada en un recoveco de la pared y él subió hacia la mitad y empezó a leer el título en el lomo de cada libro hasta que lo encontró.

- Aquí lo tengo - dijo zarandeando el volumen en su mano

Había empezado a bajar con el cuando de repente oímos un estruendoso golpe, como si se quebrara la tierra acompañado de un fuerte temblor, Halvard perdió el equilibrio y cayó, por suerte, no se hizo demasiado daño yo le amortigüé el golpe ya que se cayó encima mía. Le ayudé a levantarse

- ¿Qué ha sido eso?¿será otro alud?¿un desprendimiento?¿terremoto? - dije alarmada
- No lo sé, pero en ninguna de las opciones es buena idea quedarse dentro de aquí 

Con el libro aún en sus manos salimos corriendo de allí, comprobamos que ya no quedaba nadie en el templo, <<seguramente el guerrero los ha escoltado a todos fuera...>>. Al salir no dimos crédito a lo que sucedía. El santuario estaba rodeado por una patrulla de al menos veinte personas, sus armaduras brillantes los distinguían como solaris, entre ellos vi al hombre de capa y capucha y comprendí lo que había sucedido. A la cabeza de todos ellos había un hombre corpulento armado con una lanza y un escudo que ocultaba su rostro bajo un yelmo.

- Atreus - susurró Halvard apretando los dientes - mierda - apretaba fuertemente el pomo de su espada que aún tenía envainada en su costado

Había oído ese nombre antes, en mi tribu, era el líder de todo un batallón de soldados de élite que apoyaban a los soldados solari y los Ra'Horak. Se le atribuía ser un experimentado guerrero casi comparable a un dios de la guerra, pero sanguinario y cruel.

En retaguardia, un hombre bastante condecorado con brillante armadura dorada y hombreras de placas muy ornamentadas que sostenían una capa roja con un gran sol se abrió paso entre sus subordinados.

- Por orden del consejo celestial del sagrado sol quedáis arrestados acusados de blasfemia y herejía con la única fe - miró a sus súbditos - ¡prendedlos!

El anciano, asustado, se quedó detrás del guerrero, este estaba preparado para atacar aguantando su mandoble. La madre que se mantenía agazapada abrazando a su hijo, sus ojos lagrimosos y sus mejillas rojas delataban la ira que estaba sintiendo. Se levantó de repente con un cuchillo en la mano que agarraba con fuerza y lo lanzó contra el alto mando, este se le clavó en su muslo, después echó a correr con su hijo casi arrastrándolo hacia el bosque. El capitán rabioso se lo sacó e hizo una seña a un par de arqueros. 

Rápidamente saqué mi espada y salí corriendo hacia ellos para evitar que lanzaran flechas, también Halvard, ellos a la orden empezaron a lanzar flechas. Sin embargo, más soldados se interpusieron y no pude llegar hasta los arqueros, tenían una puntería mortal, y ambos, madre e hijo murieron asaetados unos cuantos metros más allá.

Todos se movilizaron y comenzamos a luchar, movía mi espada frenéticamente, lanzando tajos y parando otros. Halvard me cubría las espaldas y yo a el, pero era demasiados, estábamos totalmente rodeados.

El guerrero unos cuantos pasos por detrás de nosotros, giraba su espada con energía, solo había conseguido derrotar a un par de soldados, pero su arma era pesada y en cuanto le rodearon le empezaron a desgastar con cortes hasta que cayó agotado y desangrándose, le atravesaron y se empezó a extender una roja mancha bajo el, poco después mataron el anciano, desarmado y sollozando asustado. Halvard y yo habíamos conseguido derrotar a tres cuando alguien empujó a Halvard haciendo que se tambaleara y le atacaran.

- ¡Halvard! - grité girando la cabeza hacia él 

Eso me distrajo una milésima de segundo de la batalla, tiempo que aprovechó Atreus para entrar en acción y golpearme con su escudo en la cabeza. Todo empezó a darme vueltas en la cabeza, estaba aturdida y caí de rodillas, notaba la sangre resbalar sobre mi frente. Atreus entonces se volvió hacia mi compañero dándole una patada que lo tumbó al suelo. Con un rápido movimiento casi sistemático clavó la lanza en su pecho y la retorció atravesándole el corazón, ejecutándolo.

- ¡Asesinos!, ¡malditos bastardos! - grité desolada

Los guardias me arrebataron mi espada y me sujetaron firmemente, forcejeaba inútilmente. Entonces Atreus se volvió hacia mi con su lanza en alto y una sonrisa siniestra en el rostro.

- Alto - gritó el capitán - ella no - dijo con autoridad - la llevaremos ante el consejo - me lanzó una mirada llena de ira - llevábamos tiempo buscándola

Atreus le miró decepcionado, pero dejó caer su escudo con fuerza sobre mi cabeza golpeándome de nuevo y ya todo se volvió negro, una horrible sensación ya conocida.




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